Los investigadores confirman que nuestra actitud ante la existencia, en particular en cuanto a nuestro grado de optimismo o pesimismo, tiene un efecto aún mayor de lo que pensábamos.
¿Y si aprovechamos este mes para apostar por el positivismo?
Observo que con los años muchos pacientes acuden a consulta porque notan cambios en la piel, surcos y arrugas.
Pero también muestran cambios en la distribución de los volúmenes grasos que impactarán directamente en la “serenidad” de un rostro, transformando un rostro “descansado” en un “rostro triste o severo”.
Así, ya no hablamos sólo de envejecimiento sino de emociones negativas que en ocasiones darán al rostro una "máscara" ajena que no es el reflejo de nuestra personalidad sino del envejecimiento facial.