DEL SELFIE A LA CIRUGÍA ESTÉTICA
Angustia acentuada en los últimos años por la multiplicación de oportunidades de verse, de observarse, de diseccionarse.
En el pasado, solo cruzábamos nuestro reflejo unas pocas veces al día. Hoy se ha vuelto omnipresente: entre selfies, instantáneas, fotos de Instagram y publicaciones de Facebook, estamos en todas partes.
Para aceptar mejor este reflejo, abusamos de filtros, artificios virtuales, juegos de luces, hasta tal punto que nuestro "yo virtual" a veces puede ser significativamente diferente de la realidad...
Aparentemente inevitable, este fenómeno plantea muchas preguntas:
¿Es esta banalización/democratización de la cirugía estética fundamentalmente mala?
¿No podría ser realmente un medio de “igualar las oportunidades” de todos, de permitir que cada individuo elija su físico en lugar de estar sujeto toda su vida a un envoltorio que a veces puede resultar engorroso?
¿No permitiría también enfatizar esta famosa belleza interior, una vez que la belleza exterior se ha convertido en la norma?
¿Hasta qué punto nuestro cerebro es capaz de considerar como propio un rostro distinto al que “nació”? ¿Eso no corre el riesgo de crear trastornos de personalidad?